Sobre GTD® y los «medidores de productividad»

Sergio Pantiga
2 min readJul 28, 2018

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Hoy nos gusta medirlo todo. En determinados ámbitos (muchos) los datos que nos aporta medir suponen una valiosa fuente de información que nos ayudan a reconducir nuestro rumbo acorde al resultado esperado.

Un ejemplo que podemos ver cada día se encuentra en el mundo empresarial. Se mide la inversión en tiempo, se mide el impacto en campañas, se mide la satisfacción del cliente. Se mide todo. Esto permite mejorar lo existente, centrarse en nichos más adecuados, e incluso retirarse a tiempo cuando los resultados no son los esperados. Medir y analizar son factores determinantes que marcan el futuro de una empresa.

En términos de efectividad personal, «medir» lo que has hecho es una buena práctica que puede ser muy útil. Pero hay que medir de un modo correcto.

Al momento de escribir estas líneas se me viene a la cabeza el sistema de karma de la aplicación Todoist. Si no lo conoces, este sistema propone que fijes un número mínimo de «tareas a tachar diariamente» y contabiliza lo que vas tachando, animándote a alcanzar tu objetivo o felicitándote cuando lo alcanzas. El sistema dispone de otros detalles de mayor complejidad (colores, histórico, gráficas, etc.), pero en su base fundamental hace esto. Es algo interesante a nivel motivacional, pero sin embargo no puede medir el impacto real, la calidad de lo que tachas. Es decir, solo invita a tachar, y esto por norma general es más que perjudicial.

Bajo GTD®, se decide qué hacer en base al tiempo, energía y prioridad. Contemplar «tachar más» como un factor a tener en cuenta a la hora de elegir qué hacer no está contemplado. La información que aporta este sistema no tiene valor más allá de que «he tachado 10» o «he tachado 15». En ningún caso garantiza haber tachado lo correcto. Por esto, tan importante como medir, es saber lo que estás midiendo, para qué te sirve la información que te aportan las mediciones y cómo analizarla de un modo adecuado.

Nada mejor que asumir el análisis de lo que hemos hecho nosotros mismos durante nuestras revisiones. Tan solo volver la vista atrás, revisar qué has hecho y qué has dejado de hacer, en qué frentes has avanzado sustancialmente y en qué frentes no lo has hecho, para reconducir tu camino si es preciso. Hoy por hoy y para este cometido, no hay mejor tecnología que tu cerebro.

La versión original de este artículo está aquí.

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